martes, 7 de enero de 2014

SAN VICENT MÁRTIR 22 DE ENERO.

Per San Vicent de la Roda, el dia ja allarga un hora” Conocido popularmente como Sant Vicent de la Roda, debido a que su cadáver fue arrojado al mar atado a una rueda de molino que milagrosamente flotó devolviendolo a la costa, este santo es el
actual co-patrón de la ciudad de València, donde murió martirizado por los romanos en el año 304. De entre los actos celebrados con motivo de su festividad destacan la conmemoración del bautizo del otro santo Vicente de la ciudad, Sant Vicent Ferrer, en la iglesia de San Esteban, y la procesión de la tarde, en la que participan las imágenes de los dos santos. Cerca de València, en la comarca de la Ribera Alta, Guadassuar celebra desde el fin de semana anterior su tradicional Fira de Sant Vicent con gran cantidad de actos lúdicos y festivos, entre los que cabe mencionar la “Cabalgata del Reparto de la Carne”, en la que participan los Gegants i Nanos, y en la que un gran número de carrozas, simbolizando la antigua costumbre de repartir carne este día a los pobres, regalan a los asistentes dulces, mistela y puros.

Al pasar Daciano por Barcelona, sacrifica a San Cucufate y a la niña Santa Eulalia. El cuerpo de Vicente es desgarrado con uñas metálicas. Mientras lo torturaban, el juez intimaba al mártir a la abjuración. Vicente rechazaba indignado tales ofrecimientos. "Te engañas, hombre cruel, si crees afligirme al destrozar mi cuerpo. Hay alguien dentro de mí que nadie puede violar: un ser libre, sereno. Tú intentas destruir un vaso de arcilla, destinado a romperse, pero en vano te esforzarás por tocar lo que está dentro, que sólo está sujeto a Dios". Daciano, desconcertado y humillado ante aquella actitud, le ofrece el perdón si le entrega los libros sagrados. Pero la valentía del mártir es inexpugnable. Exasperado de nuevo el Prefecto, mandó aplicarle el supremo tormento, colocarlo sobre un lecho de hierro incandescente. Nada puede quebrantar la fortaleza del mártir que, recordando a su paisano San Lorenzo, sufre el tormento sin quejarse y bromeando entre las llamas. Lo arrojan entonces a un calabozo siniestro, oscuro y fétido "un lugar más negro que las mismas tinieblas", dice Prudencio. Luego presenta el poeta un coro de ángeles que vienen a consolar al mártir. Iluminan el antro horrible, cubren el suelo de flores, y alegran las tinieblas con sus armonías. Hasta el carcelero, conmovido, se convierte y confiesa a Cristo.

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